Es tradición del pueblo caracino cada 24 de junio desde 1872, peregrinar a la gruta donde se encuentra la imagen de San Juan Bautista.
San Juan es el cerro más cercano a la ciudad Caraz y uno de los miradores naturales más recurridos, en su cima se aprecia parte del Callejón de Huaylas y la ciudad en pleno.
El maestro Augusto Alba Herrera, en su libro Ancash en el recuerdo y para el recuerdo, rescata hechos importantes de esta costumbre.
Así iniciaron algunas actividades de la fiesta de San Juan:
Hilaria Ruiz o conocida como doña Mullca Hilaria, socia del Círculo Social, es la devota que dio la iniciativa. Ella y Melchor García, en el año 1872, encargaron esculpir una imagen y altar en la cima del cerro.
La primera misa y fiesta se realizó en Caraz el 23 de junio de ese año a propósito de la inauguración de la capilla e imagen.
Anchaycuy
En la misma ciudad, antes de la primera peregrinación, solían capear a un toro, actividad que era conocida como “Anchaycuy”.
Consistía en bañar al animal con aguardiente y soltarlo por las calles de Caraz para que los varones más fornidos lo torearan con capas rojas, luego lo tomaban de los cuernos y llevaban a balcones de la plaza principal para que distinguidas damas arrojaran joyas a su cabeza.
Ese acto, que hoy es visto como maltrato animal, solo duró pocos años.
Peregrinación en la víspera y quema de kjeshkis
Al entrar la noche, todos los asistentes salieron con dirección al cerro, portando en andas la imagen de San Juan Bautista y acompañados de una banda de músicos.
Para iluminar el recorrido de esta arriesgada procesión, ya que en aquel entonces aún no se marcaba la ruta que conocemos, los fieles prendían los quenuales o kjeshkis más secos.
Así, el humo y sonido de aquellas fogatas improvisadas dieron un escenario más misterioso al evento.
En la actualidad, las autoridades a nivel local y regional buscan erradicar, con mucha razón, la quema de estas plantas secas ya que el humo es altamente contaminante y nocivo para la salud.
Noche de fiesta
Desde aquella noche, los peregrinos aguardaron el amanecer con huaynos y otras canciones en base a cajas y tinyas.
Para la recepción y primera peregrinación, acopiaron platos en base a cuy y gallina, abundante vino, ponche, pisco y chicha de jora.
Posteriormente desde 1900, esa noche también contaba con la quema de castillos y otros fuegos artificiales.
Día central
Al amanecer, los principales devotos arrancaron su celebración con camaretazos y así avisar a los que pasaron la noche en el cerro y a la población que la misa estaba cerca.
Después de la misa, Hilaria Ruiz y Melchor García comprometieron a otros socios del Círculo Social a continuar la fiesta año a año, iniciando así una mayordomía que duró hasta 1892, cuando suspendieron las misas en la cima del cerro.
Las humitas y los tamales fueron introducidos a la tradición en esa primera celebración. Eran vendidos a lo largo del zigzagueante sendero por improvisados puestos, incluso algunos de ellos presentaban a guitarristas.
Esa es la tradición del cerro San Juan, mezcla de jolgorio y religiosidad que aún perdura con ciertos matices, felizmente cada vez más enfocados a los niños caracinos y el medio ambiente.
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