El historiador Claudio Augusto Alba Herrera es quizá el único que profundizó sobre el vínculo de Simón Bolívar y Caraz.
En un artículo publicado en la edición N° 51 del periódico El Inca (noviembre de 1991) dio referencias sobre la casona que alojó no solo a Bolívar sino a otros personajes históricos del país.
Primeros propietarios
Construida en las últimas décadas del siglo XVIII. La casa perteneció a Magdalena del Real, hija de Jacobo del Real y Campo (exalcalde del partido Huaylas) y Martina Pardo de Figueroa y Pajuelo.
Magdalena, a su vez, fue esposa de Melchor Gutiérrez y García del Oyo (subdelegado del reino español).
Al fallecer Magadalena del Real, heredó sus propiedades a Melchor Gutiérrez, pero él volvió a contraer nuevas nupcias con Anacleta de los Heros y Salazar que pasó a ser su legítima heredera.
El fin
Anacleta de los Heros, heredera de Melchor Gutiérrez legó sus bienes a su madre Juana Salazar y Pardo de Figueroa. Juana Salazar, a su vez, heredó la propiedad a sus hijas y sobrinas.
Sin embargo, Anacleta contrajo nuevo matrimonio con el yungaino Ignacio Figueroa Fernández que inició un proceso judicial. Él reclamaba parte de la propiedad.
Como resultado del sonado juicio, a mitad del siglo XIX, retacearon la casa y entregaron las partes a varios herederos.
La llegada de Bolívar
Cuando Simón Bolívar llegó al Callejón de Huaylas, en todas las localidades reinó la anarquía, pues todo funcionario asignado por Riva Agüero se escondió o fugó de su lugar de residencia.
En ese ambiente político, Bolívar ingresó a Caraz (por la calle El Panteón, hoy jirón Luzuriaga) el 1 de diciembre de 1823.
Entre los pobladores, algunos temerosos y otros recelosos, se encontraba Melchor Gutiérrez que ya era considerado ciudadano peruano.
Gutiérrez galantemente ofreció su lujosa casa al denominado Libertador. El gestó ayudó a entablar una buena y provechosa amistad.
Bolívar, aquella primera vez, solo pasó horas en aquella casona, pues debía continuar el camino hasta Trujillo, para reunirse con José de la Riva Agüero.
Pero estableció en Caraz, sobre todo alrededor de la casona, el cuartel general del Ejército Libertador.
En esta misma casa se alojó el expresidente Agustín Gamarra en enero de 1839, durante la campaña de la Restauración.
¿Cómo fue la cosona?
Estaba ubicada al oriente de la Plaza de Armas de la ciudad. Según registros periodísticos de 1919, la casona tenía un área aproximada de 5000 metros cuadrados.
Según documentos oficiales del ejército, la casona era considerada una “regia” mansión con tres portones de entrada.
El primero daba a la plaza (hoy lleva el nombre de Plaza Bolívar o Plaza de Armas), la segunda al jirón Raimondi y la tercera al jirón Grau.
El Concejo Provincial de Huaylas, en el centenario de la Batalla de Ayacucho, colocó una placa conmemorativa de mármol en el frontis de uno de los lotes del jirón Sucre, antiguamente llamada calle La Libertad.
En su interior había murales recordando la visita histórica del Bolívar, pero desaparecieron al remover los escombros del terremoto de 1970.
Después del terremoto del 70, el Batallón de Ingeniería de Combate Huascarán N° 112 hizo colocar otra placa de bronce en una pared de adobe que cerraba un pequeño espacio donde crecían malezas.
Años después, la embajada de Venezuela obsequió un busto labrado en piedra de Simón Bolívar.
El historiador Alba Herrera recomendó rescatar y erigir un monumento, un altar a la patria, pero hoy las placas y el busto se encuentran en la Biblioteca Municipal de Caraz.
Dicha casona hoy suena casi a leyenda y activa intensos juicios de valor sobre algunas autoridades. Este artículo busca elevar la crítica con mayor conocimiento sobre el perdido patrimonio.
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