Cruz Viva

Caraz, tiene una zona llamada Cruz Viva que mantuvo por muchos años una tradición cristiana muy reconocida en su época.

Tradición que fue rescatada por el reconocido periodista caracino César Ángeles Caballero en su libro Rumor y Aroma publicada en 1950.

El origen de Cruz Viva

El nombre fue asignado por vecinos y campesinos de zonas como Yuracoto, Yanahuara, Llacta, Shocsha, Paty, Santa Cruz que usaban esa ruta para llegar a Caraz.

El árbol era considerado el guardián o guía de todos los que iniciaban su recorrido a otros lugares fuera de Caraz, así como aquellos que llegaban sin percances a la ciudad.

Ellos veneraban un molle, árbol que hasta hoy crece de manera silvestre en los pocos bosques del Callejón de Huaylas y en las laderas de sus caminos o carreteras.

El árbol, aparte de ser enorme, tenía la forma de una cruz y por esa razón la denominaban como “Cruz Viva” o “Árbol de la Cruz”.

Su custodia

El árbol era venerado, pero no custodiado hasta los primeros años en la década de 1950, cuando todos los fieles, sobre todo los que ya habitaban en el perímetro dieron la iniciativa.

En aquellos años empezaron a cuidar el árbol de las inclemencias del clima con una improvisada capilla que también servía de sombra para caminantes y devotos.

La capilla fue construida al lado del árbol y dentro de ella era venerado también el Padre Eterno, imagen que hoy se aprecia frente a la entrada a Tumshukaiko.

A los pies de la Cruz Viva dejaban velas y flores silvestres que los campesinos recogían en sus travesías.

Incluso el doctor César Ángeles cuenta que llevaban a difuntos y enfermos para esperar el milagro de la sanación, resurrección o pedir paz eterna.

¿Dónde estaba ubicado el venerado molle?

Según referencias de vecinos de la zona como la familia Montalvo Coraje, el Árbol de la Cruz creció en medio de la entrada al sitio arqueológico Tumshukaiko.

La custodia y su veneración, sin una fecha exacta de festividad, se dio hasta el terremoto de 1970, donde tuvieron que retirarlo ya muerto.

Eso no significa que no fue talado, sino que para el terremoto el árbol era muy viejo y no soportó el violento movimiento de la tierra.

La capilla también colapsó dañando parte de la imagen del Padre Eterno, pero fue restaurado meses después.

Así, los campesinos de aquella época demostraron que la fe cristiana estaba ligada a al respeto por la naturaleza y el medio ambiente.

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