De: Román Obregón Figueroa / La Pata Coja.
Hubo suerte conocer a sacerdotes cuando ejercieron la docencia y cada quien me enseñó la dimensión de la verdadera amistad.
Hoy rindo a ellos mi recuerdo.
Cito al reverendo Aureo Gonzales Fajardo, sincero, a veces bohemio pero señor de la honestidad; evocador de su entereza religiosa y de su sinceridad.
De expresión clara al referirse a los alumnos displicentes que para él merecían ser fritos en aceite por su ocio y escasa voluntad en el estudio.
Era honesto en su fe y labor sacerdotal; firme para juzgar y verter su pensamiento. Fue sacerdote y hombre sin aparentar beatitud.
Otro sacerdote ejemplar como amigo, acercamiento al deporte, sencillez a pesar que era vicario, sin alharaca, sin afán de lucimiento fue el reverendo padre “Popish”, Porfirio Figueroa.
Carhuasino, entrañable amigo que no lució su cargo, sino lo demostró con sencillez cristiana.
Otro sacerdote, también docente, fue el padre Pablo Camones Cano. Varón, religioso.
Amó a Caraz, pidió reposar la eternidad en esta tierra caracina, a pesar que pudo dormir para siempre en Huaraz, su lugar de nacimiento.
También fue hombre capaz de usar los puños para enfrentar a barrabases cuando se cometía una injusticia.
A aquellos mi recuerdo, sacerdotes, amigos y docentes ejemplares.
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