Esta leyenda de la laguna Parón fue rescatada de la tradición oral en el año 1982 por el artista Víctor Milla Cruz.
Los ancianos de la estancia de Llacshu, contaban que en épocas remotas existía un camino que conducía junto a las márgenes del río Llullán (pasando por la quebrada de Parón) a la bella y seductora ciudad Pomabamba.
Y esta es su leyenda:
Alguna vez, por ese camino viajaban a tierras cisandinas dos campesinos que además eran compadres.
Al hacer un alto a descansar su fatiga y reponer energías, en las colinas de la quebrada un extraño y misterioso pajarillo, que volaba de rama en rama, hacía oír su canto:
“Shapil, shapil compá, shapil, shapil compááá…”.
Junto al ave estaba una mujer, que reía a carcajadas y también interpretaba el sugestivo canto.
Para los compadres, el tono era una insinuación al pecado. Uno de ellos, sorprendido y horrorizado gritó: “Somos compadres, ¡Dios no nos perdonará el pecado!”
El pajarillo, que según los habitantes de la zona indican estaba poseído por el supay (demonio), continuó cantando y volando en espiral alrededor de los hombres nerviosos:
“Shapil, shapil compá, shapil, shapil compááá…”.
De pronto, la mujer enardecida deja de cantar y se arroja a los brazos de uno de ellos, “no tengas miedo” – le dice – “¿No oyes el canto del pajarillo?”.
Ambos no pudieron controlar sus impulsos y se entregaron a la bella dama. Así, los compadres entraron en pecado.
En castigo por tal acto, el Dios del valle los convierte en piedra, derrumba contrafuertes, obstruye la quebrada y estanca el agua de los deshielos.
Origen de la laguna Parón
El pecado de los compadres causa la belleza de la laguna Parón, fuente de vida y no deja de crear zozobra a los pobladores de Caraz.
Por más de cien años, más o tal vez menos, dicen se podía observar la figura de los compadres que creaban borbotones de agua en un acantilado, pero los derrumbes del nevado Pirámide Garcilaso la han ocultado.
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